Lo primero es lo primero

El primer principio y fundamento de nuestra relación con Dios

San Ignacio ofrece el "Primer Principio y Fundamento" al comienzo de los Ejercicios Espirituales. Articula la libertad interior necesaria para seguir la voluntad de Dios. Reflexione sobre sus palabras, ya que nos llevan a considerar “poner primero lo primero”. El resto seguirá. Eso es porque cuando nuestro enfoque está en el Dador y no en los dones, nuestras vidas se ordenan de manera que recibamos las bendiciones que Dios ya ha destinado para nosotros. ¡Solo tenemos que estar preparados para ellos!

Vida y propósito final

La meta de nuestra vida es vivir con Dios... para siempre. Dios, que nos ama, nos dio la vida. Nuestra respuesta amorosa permite que la vida de Dios fluya en nosotros sin límite.


todo es regalo

Todo en este mundo son regalos de Dios, presentados a nosotros para que podamos conocer a Dios más fácilmente y devolver el amor más fácilmente.


Para hacernos personas amorosas

Como resultado, apreciamos y usamos todos estos dones en la medida en que nos ayudan a convertirnos en personas amorosas. Pero si alguno de estos dones se convierte en el centro de nuestras vidas, desplazan a Dios y obstaculizan nuestro crecimiento hacia nuestra meta.


En Dios Confiamos... Independientemente

En la vida cotidiana, entonces, debemos mantenernos en equilibrio ante todos estos dones en la medida en que tenemos una opción y no estamos sujetos a ninguna obligación. No debemos fijar nuestros deseos en la salud o la enfermedad, la riqueza o la pobreza, el éxito o el fracaso, una vida larga o corta.

uno. Porque todo tiene el potencial de suscitar en nosotros una respuesta más profunda a nuestra vida en Dios.


Nuestro último deseo

Nuestro único deseo y nuestra única opción debe ser: quiero y elijo lo que mejor conduce a que Dios profundice su vida en mí.

La oración de sospecha


Si finalmente deseamos seguir la voluntad de Dios, esta es una oración de San Ignacio que pone nuestra toma de decisiones en el contexto correcto: Toma, Señor, y recibe toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad,

todo lo que tengo y llamo mío. Me lo has dado todo. A ti, Señor, te lo devuelvo. Todo es tuyo; haz con él lo que quieras. Dame sólo tu amor y tu gracia. Eso es suficiente para mi. Amén.


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